2/6/10

Desértico


Me despertó el sonido del teléfono. Maldito teléfono. Me levanté de la cama, cuyas sábanas se me habían quedado pegadas debido al sudor. La voz del aparato me transmitió el mensaje. Medio dormida, me vestí, cogí mis cosas y salí a la calle. Una ráfaga de aire caliente atacó mi cara, y el sol del mediodía se abalanzó sobre mi piel. Caminé por las calles desiertas, bajo el calor abrasador de un cielo despejado, sudando con cada paso con cada célula de mi cuerpo. Por fin, tras calles sin sombras en las que refugiarse, llegué al lugar donde me habían indicado. No había ningún cartel en la entrada. Las puertas de cristal, dejaban ver un pequeño local, una peluquería. Entre, y una chica de 20 o 30 años me saludo con una sonrisa cordial, indicando el sofá para que me sentará
El lugar era pequeño, había un gran espejo en la pared, y dos sillas de cuero para cortes de pelo. Un montón de trastos cuyo destino eran diferentes formas de arreglar el pelo se encontraban desperdigados por lo habitación. Me senté en el sofá, que quedaba justo enfrente de un gran aparato de aire acondicionado. Al aire que provenía de esté, hizo estallar en alegría a todas las células achicharradas de mi cuerpo. Espere unos minutos mirando revistas de moda y cotilleos, donde las personas se convertían en títeres y el periodista en titiritero. La chica de la cordial me llamó y tras intercambiar unas palabras con ella, comenzó con su tarea, Me lavo el pelo suavizad, sus manos masajeaban cuidadosamente mi cabeza bañada por agua fría. A continuación, cogió unas tijeras, y comenzó a cortar poco a poco mi pelo, dejando mechones sin vida en el suelo. Al terminar la tarea me indico que me mirará en el espejo y mire a mi reflejo con una mirada entre extrañeza y satisfacción. Me levante de la silla, y acompañe a la mujer hasta la caja. La mujer hablo de cosas sin importancia, mientras yo sacaba del bolso el utensilio destinado para hacer la tarea que se me había encomendado. La mujer me miro con miedo y sorpresa, al ver aquello en mis manos, y en mis labios apareció una sonrisa de crueldad y satisfacción. El arma se hundió en su carne con suavidad, cortando sus tejidos y sus músculos, mientras la sangre comenzaba a brotar de las fatales heridas de la mujer. Ni un grito o un quejido salio de su garganta, mientras la vida abandonaba para siempre aquel amasijo de carne, huesos, pelo y sangre. Saqué el arma de su cuerpo, y me moví para evitar la sangre que emanaba de el. Me alejé del lugar silenciosamente, bajo el mudo testigo del cielo despejado y el sol ardiente, acompañada del viento seco que acuso mi cuerpo al volver a salir a la calle. "Ah, que cansancio" pensé al atravesar el portal de mi casa

Si aquí os halláis...

La bienvenida os doy. Por favor, quitaos la capa de la cordura, arroparos con el manto del desorden y el caos y... sentíos cómodos

Etiam placerat